Estas conclusiones han sido publicadas por Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas (Ceded) y la Fundación Ideas para la Paz.

Vivir con un venezolano en el barrio, encontrar que el joven que despacha en la tienda es migrante, recibir clases de un profesor nacido en el Táchira, que en el colegio hay niños migrantes ya es común en cualquier ciudad colombiana. Aún más en zonas de frontera como Norte de Santander, donde el intercambio con  Venezuela ha sido históricamente normal.

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